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jueves, 16 de junio de 2011

Usos superficiales de la imagen

Se ve que las estrategias del PRO consisten en cambiar la imagen de aquella vaga tecla de play sobre un fondo amarillo y ninguna otra palabra. Para su campaña política de 2011, una multiplicidad de triángulos multicolores le da un toque forzadamente carnavalesco y divertido a la campaña. Incluso en su lanzamiento, Mauricio Macri insistió en bailar en público entre un cotillón de globos, mientras su esposa embarazada subía al escenario para darle el toque final a la imagen familiar que busca tener cualquier político para ser aprobado. Hoy, la ciudad de Buenos Aires está empapelada con el eslogan “Sos bienvendido”, acompañado de la imagen de vecinos: desde estudiantes y rockeros hasta ancianos y trabajadores. Pero detrás de esa imagen se esconde un casting publicitario hecho por la agencia El Grillo que pedía “gente común, look argento, pelo castaño o morocho, tez trigueña o blanca. Ni rubios ni look caucásico”. ¿A quién quiere hacer sentir “bienvenido” Macri? Es evidente que el mensaje apunta a aquellos vecinos de menos recursos. Quiere tutearse con la juventud de las barriadas más populares, cuando el PRO está asociado al estereotipo de ‘gente como uno’. No olvidemos que, a partir del desarrollo de la fotografía en el siglo XX, la imagen se constituye a sí misma como una sociedad de información, supeditando al texto, de tal modo que se va convirtiendo en el elemento determinante de la comunicación de masas. Así, la imagen en tanto unidad de información puede caer también en usos superficiales: la obviedad y la discriminación.


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